martes, 4 de noviembre de 2008

UN VIAJE A LA NOSTALGÍA (LI) "Los martes 13 y luna llena...milagro"


LOS MARTES 13 Y LUNA LLENA… MILAGRO
Rodrigo D’Ávila




Puede que en aras de lograr una ficticia seguridad que mitigue el ancestral miedo del ser humano ante el futuro desconocido, o bien, como sustitutivo de creencias éticas o religiosas, el hombre, la humanidad en fin, a menudo desde el principio de los tiempos y en todas las culturas ha recurrido a lo misterioso, cabalístico u oculto.

Así, en los últimos tiempos de nuevo y con verdadera fruición, ha tomado carta de naturaleza en nuestra civilización la moda de la interpretación de signos, números, fechas o predicciones indicadoras de catástrofes, cataclismos o -en el polo opuesto, aunque bien es cierto que con menos asiduidad- de venturas y tiempos de próspera felicidad.

Un ejemplo ilustrativo -como lo fue en su momento la llegada del año 1000, 2000 o 2001- es la fecha, día, hora y minuto elegido para el comienzo de los Juegos de la XXIX Olimpiada de la era moderna a celebrar en Pekín (hoy Beijing): 08.08.08 a las 8 horas y 8 minutos (en realidad 20 horas y 8 minutos en la ciudad prohibida). Parece ser que la razón de esta curiosa elección se fundamenta en que el “8” es el número de la suerte para el pueblo chino.

Si queremos citar otro modelo de signo cabalístico por antonomasia, fácil podemos recurrir a la pléyade de señales que en billetes, monedas, profecías etc… parecían anunciar los trágicos acontecimientos del 11-S en New York y asimismo el 11-M en Madrid.

Creamos en ello o mantengamos un inteligente escepticismo, lo cierto es que hoy día pocos acontecimientos de verdadera repercusión universal -en especial los luctuosos- no vienen precedidos de multitud de señales previas sólo percibidas por privilegiados que - ¡oh! maravillosa casualidad- no se advierten hasta después del momento en que acontecen.

Viene esto a cuento para introducir el hecho fantástico de que este humilde amanuense también puede alardear con gozosa satisfacción de poseer una fecha mágica como data de un acontecimiento que supuso un hito de cierta importancia en su, ya cada vez más, dilatada vida.

Este momento fue el día 7 del mes 7 del 77. En tan fausto día pasé el último examen de licenciatura. Ha habido al menos otro: el día 6 del mes 6 del año 1966, aniversario de mi primera comunión. Como podrán comprobar, el que no dispone de una fecha prodigiosa en su curriculum es porque no quiere.

Sea como fuere, y advirtiendo que a mi el “7” o el “6” ni fu ni fa, como prueba del algodón para todas estas supersticiones o supercherías -porque no merecen el calificativo de creencias- siempre sigo el mismo procedimiento: primero, por supuesto, me fijo en si la premonición es previa al hecho y en quien la augura; luego, en si éste o aquella tiene carácter universal (el “8”, por ejemplo, será el número afortunado para los chinos, sin embargo a los demás nos resbala; igual que a ellos el martes o viernes 13 se la refanfinfla); por último, desconfío de fechas preestablecidas puesto que, además de que el calendario no es común para toda la humanidad, también ha variado a lo largo de los siglos incluso dentro de una misma cultura, y no deja de ser algo aleatorio y convencional impuesto por razones puramente prácticas.

Concluyendo, mi juicio racional me obliga a recelar de todos estos montajes y tomarlos tan sólo como mera distracción o divertimento.

Por cierto, hoy es martes. ¿Será día propicio para que estas líneas vean la luz…?

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